lunes, 15 de septiembre de 2014

ESPACIOS BLANCOS INTERIORES EN LAS TIPOGRAFÍAS

El espacio interior blanco de una letra contribuye a su forma y plantea el dualismo negro-blanco, continente-contenido.

Los signos tipográficos impresos sobre papel blanco cautivan, activan y regularizan la luz; sólo pueden percibirse en conjunción con el área no impresa. El valor impreso engendra su contra-valor y los dos juntos determinan la forma general. Lo no impreso no es, por lo tanto, un vacío indefinido, sino un elemento esencial de lo impreso. Podemos analizar los valores internos de letras iguales, pertenecientes a tres estilos que fueron importantes para el desarrollo de nuestra escritura: por un lado tenemos el gran contraste geométrico de la escritura romana (rectángulo, triángulo, círculo); por el otro, los espacios unificados de los tipos góticos, que ha transformado todo movimiento redondeado en oblicuo, en una “trama” recta; y por último, la escritura del Renacimiento, producto de una maduración con el fin de aumentar la legibilidad, donde las proporciones de los espacios blancos se han ido puliendo hasta convertirse en norma de legibilidad en la actualidad.

Los diferentes efectos obtenidos por la combinación de letras resultan de la acción recíproca entre el blanco del espacio interior y el blanco de la separación entre letras. Separaciones estrechas dan un blanco más intenso y al mismo tiempo refuerzan la acción de la forma interior blanca. Las letras pueden espaciarse hasta llegar a un equilibrio armonioso entre el blanco del espacio interior y el blanco del espaciado. El espaciado entre letras proporciona el medio de reforzar o reducir el efecto de las contraformas.

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