martes, 16 de septiembre de 2014

¿Qué es el dadaismo?

El movimiento dadaísta se desarrolló espontáneamente como un movimiento literario después de que el poeta Hugo Ball abriera el Cabaret Voltaire en Suiza, lugar de encuentro para artistas (poetas, pintores y músicos jóvenes independientes). Este lugar que fue la cuna del movimiento Dadá, sería cerrado por las autoridades pocos meses después de su apertura. El que guiaba el movimiento era un joven húngaro, Tristán Tzara (1896-1963). Quien exploró la poesía fonética, la del absurdo y la fortuita. Escribió un torrente de manifiestos y contribuyó en todas las publicaciones y eventos dadaístas más importantes. Con su reacción contra el mundo que se había vuelto loco, el dadaísmo afirmaba ser el anti-arte que poseía un fuerte elemento destructivo y negativo. Rechazando toda tradición, buscó la liberación total.


Un indudable carácter iconoclasta, nihilista, provocativo y el fenómeno de sus multitudes e inmediatas segregaciones en el mundo occidental, aparecen como los datos más típicos con los que se define este decisivo movimiento vanguardista.


Pero, desde sus comienzos, el dadaísmo había pretendido ser “activista” y esto significaba un intento de sacudir el peso muerto de todas las antiguas tradiciones, sociales y artísticas, más que un intento positivo de crear un nuevo estilo en el arte. Había agitación social, fiebre bélica, la guerra misma y luego la revolución rusa. Anarquistas más que socialistas, protofascistas en algunos casos, los dadaístas adoptaron el lema de Bakunin: “La destrucción también es creación!”. Estaban empeñados en escandalizar a la burguesía (a quien consideraban responsable de la guerra) y dispuestos a utilizar cualquier medio al alcance de una imaginación macabra: hacer cuadros con basura o exaltar objetos escandalosos como botelleros u orinales a la dignidad de objetos de arte.


Fueron perseguidos por el nazismo como arte especialmente “depravado”, y la burguesía deseó vengarse de esta vanguardia silenciando durante muchos años toda información sobre el extenso y variado grupo, negándole lo más elemental del aparato de difusión cultural que la clase dirigente administraba. Los dadaístas, tanto escritores como artistas, estaban interesados en el escándalo, la protesta y el absurdo. Se rebelaron violentamente contra los horrores de la Guerra Mundial, la decadencia de la sociedad europea, la frivolidad de la fe ciega en el progreso tecnológico, la insuficiencia de la religión y los códigos morales convencionales en un continente en pleno cataclismo. Su rechazo del arte y la tradición permitió a los dadaístas enriquecer el vocabulario visual del futurismo. Su síntesis de acciones espontáneas al azar con decisiones planteadas permitió deshacerse de los preceptos tradicionales del diseño tipográfico.


Desde el comienzo, el dadaísmo fue conscientemente internacional. Aunque consideraban al futurismo como demasiado realista y programático, tomaron de él el concepto de simultaneidad y el “brutísimo” o música de ruido. Los artistas del Cabaret Voltaire no sabían en realidad lo que querían, los jirones del arte moderno que habían quedado en sus mentes fueron llamados “dada”. Sin embargo, la actitud dadá apuntaba mucho más alto, hacia una completa revolución cultural; como consecuencia de la crisis histórica que les tocó vivir.


Una historia cuenta que el movimiento fue bautizado por azar, al abrir un diccionario francés y apuntar rápidamente una palabra a ciegas, “dada: el balbuceo de un bebé”.


Los elementos de expresión gráfica de la catarsis dadaísta fueron recogidos por el diseño gráfico, en tal medida que no deja de resultar sorprendente la habilidad con que estos sistemas formales se destilaron del lenguaje virulento anti-burgués, permitiendo su reinserción en la misma sociedad que los había rechazado. Asimismo el dadaísmo mantuvo las letras como formas visuales concretas, no sólo como símbolos fonéticos. El pintor Marcel Duchamp (1887-1968) se unió al movimiento y se convirtió en su artista visual más prominente, el portavoz más claro del dadaísmo. Los actos artísticos se volvieron un asunto de decisión y selección individual. Esta filosofía de absoluta libertad permitió a Duchamp crear una escultura “ya hecha” (ready made), como su rueda de bicicleta montada en un banco de madera, y mostrar como arte “objetos convencionales”. El público se escandalizó cuando Duchamp pintó un bigote sobre una reproducción de la Mona Lisa. Este acto era un ataque ingenioso contra la tiranía de la tradición y de un público que había perdido el espíritu humanístico del Renacimiento. Si bien Duchamp, Picabia y Tzara han influenciado el diseño gráfico, la huella más profunda fue marcada por el grupo dadá alemán: Heartfield, Grosz, Asuman y Höch, grandes descubridores del fotomontaje.


A su lado, la revolución tipográfica debe hoy gran parte de su éxito a Kart Schwitters.


En un segundo plano, los célebres collages de Max Ernest, los de Schwitters e incluso las maderas de Hans Arp, crearon modelos que el diseño gráfico y el publicitario han perpetuado hasta nuestros días.


Sobresalen entre los miembros del movimiento dos nombres que hicieron del diseño gráfico su principal actividad profesional: - John Heartfield (1891-1968), quien fue creador del fotomontaje político. Protestaba contra el militarismo alemán y su ejercito, utilizó disyunciones rígidas del fotomontaje como una potente arma de preparación del arte mecánico para la impresión en offset. Como resultado obtuvo imágenes que permitían una identificación y comprensión inmediata por parte de la clase trabajadora.


- Kurt Schwitters, a quien se le deben casi todas la versiones de collages tipográfico que se han venido haciendo en el diseño. El dadaísmo fue el movimiento liberador más importante de su tiempo, y todavía en la actualidad, es posible observar su influencia. Nació como un protesta contra la guerra, pero sus actividades destructoras y exhibicionistas se volvieron más absurdas y extremas al terminar el conflicto armado. Entre los años 1921 y 1922, la controversia y el desacuerdo se dejaron ver entre sus miembros y el movimiento se dividió. Finalmente, el dadaísmo llevó sus actividades negativas hasta el límite, carecía de un liderazgo unificado y muchos desarrollaron los planeamientos que darían origen al surrealismo. Fue decayendo y dejó de existir como un movimiento coherente a finales del año 1922.

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